Mankind has fought battles on the sea for more than 3,000 years. Land navigation, until the advent of extensive railroads was extremely dependent upon river systems and canals.
The latter were crucial in the development of the modern world in the United Kingdom, the Low Countries and northern Germany, for they enabled the bulk movement of goods and raw materials without which the Industrial Revolution would not have occurred. Prior to 1750, things moved by barge or sea, or not much at all. Thus armies, with their exorbitant needs for food, ammunition and fodder, were tied to the river valleys throughout the ages.
The oceanic influences throughout pre-recorded history (Homeric Legends, e.g. Troy), and classical works like the Odyssey underscore the past influences. The Persian Empire — united and strong — couldn't prevail against the might of the Athenian fleet combined with that of lesser city states in several attempts to conquer the Greek city states. Phoenicia's and Egypt's power, Carthage's and even Rome's depended in no mean way upon control of the seas.
So too did the Venetian Republic dominate Italy's city states, thwart the Ottoman Empire, and dominate commerce on the Silk Road and theMediterranean in general for centuries. For three centuries, the Northmen commonly called the Vikings raided and pillaged and went where they willed, far into central Russia and the Ukraine, and even to far off Constantinople (both via the Black Sea tributaries and through the Strait of Gibraltar).
Many sea battles through history also provide a reliable source of shipwrecks for underwater archaeology. A major example, albeit not very commonly known, is the exploration of the wrecks of various warships in the Pacific Ocean.
domingo, 19 de enero de 2014
La guerra naval (Naval warfare)
La humanidad ha practicado la guerra en el mar desde hace, por lo menos, 3000 años hasta el momento presente (desde el I milenio a. C.). Aparentemente, la guerra terrestre no depende del dominio del mar, pero nada sería más alejado de la verdad. Los transportes terrestres, hasta la llegada de los sistemas ferroviarios en el siglo XIX, eran extremadamente dependientes de los sistemas fluviales y del transporte marítimo. Los ferrocarriles determinaron el fin de esta dependencia, y fueron cruciales en el desarrollo económico del mundo moderno (industrialización) en el Reino Unido, los Países bajos y el norte de Alemania. Los ferrocarriles posibilitaron el movimiento masivo de mercancías y personas en tierra firme, sin el cual la Revolución industrial no habría podido alcanzar su pleno desarrollo. Antes de 1750, personas y bienes viajaban por mar (o en tierra por vías de agua interiores), pues los viajes por tierra (con vehículos hipomóviles) eran lentos, fatigosos y muy caros. Así que los ejércitos, con sus exorbitantes necesidades de provisiones, munición y forraje (pues dependían de los caballos para moverse) estuvieron atados a los valles fluviales y a las zonas cercanas a las costas durante gran parte de la historia. La razón es obvia, pues el medio de mantener aprovisionados a los ejércitos eran los barcos, que traían todo lo necesario para su funcionamiento y supervivencia (gran cantidad de mercancías) por mar o por los ríos.
De la Prehistoria y las primeras épocas de la Historia Antigua nos han llegado numerosas referencias sobre la guerra en el mar. Destacan especialmente en las leyendas homéricas: la Ilíada, sobre la Guerra de Troya, y su continuación, la Odisea. El Imperio persa —fuerte y unido, pero sin un poder marítimo propio— no pudo vencer a los débiles y desunidos griegos, debido al poder de la flota ateniense. Reforzada por las flotas de otras polis (ciudades) más pequeñas, siempre consiguió frustrar los intentos persas de subyugar a las polei (ciudades-estado griegas). El poder y la influencia de las civilizaciones fenicia y egipcia, los de la púnica (basada en Cartago), e incluso los de Roma, dependieron en gran medida de su respectiva capacidad de controlar los mares (talasocracia). También la República de Venecia consiguió destacar sobre sus rivales entre las ciudades-estado de Italia, por su desarrollo naval. Pero su pujanza comercial se eclipsó por el declive del Mediterráneo en la Edad Moderna (las grandes rutas del comercio internacional se desarrollaron lejos de Venecia, en el océano Atlántico).
Algo similar le sucedió al poderío del Imperio otomano, ligado a la decadencia de la Ruta de la Seda y del Mediterráneo en general, durante los siglos XVII y XVIII. En otras épocas, el dominio del mar dio una gran relevancia a pueblos pequeños y comparativamente atrasados: durante tres siglos (del VI al IX), los hombres del norte, llamados comúnmente vikingos, asaltaron, saquearon e infestaron las costas europeas, llegando incluso a la Rusia central, a Ucrania y a Constantinopla. Remontaron los grandes ríos tributarios del Mar Negro, el Danubio, el Don y el Volga, y cruzaron innumerables veces el estrecho de Gibraltar, considerado entre los grandes reinos europeos del momento, centrados en el Mediterráneo y menos avezados en los viajes oceánicos por el Atlántico, como las Columnas de Hércules, la puerta hacia un mar indómito, desconocido y lleno de peligros.
La mayor parte de las batallas navales famosas de la historia nos han legado testimonios materiales directos, como pecios (restos de una embarcación) procedentes de naufragios, que son objeto de estudio por parte de una disciplina científica específica, la arqueología submarina. Un ejemplo importante de proyecto de investigación arqueológica submarina reciente, aunque no muy conocido, es el estudio de los naufragios de diversos barcos en el océano Pacífico, los barcos de guerra japoneses hundidos durante la batalla de Midway.
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